jueves, 23 de abril de 2015

Alfredo Grondona White 1938 - 2015

Alfredo Grondona White fue un rosarino desde la cuna y aquí publicó sus primeros trabajos, como dibujante y humorista, en los diarios Rosario y Democracia. Obtuvo ahí el primer premio en el concurso de la revista Dibujantes, una de las mas destacadas publicaciones argentinas. Desde principios de la década del setenta se radicó en Buenos Aires. Publicó en Tía Vicenta, Satiricón, El Péndulo, Eroticón, Humor, Help de E.E.U.U. y para la Editorial Eura de Italia. En el año 1996 recibió mención en el Concurso de Historieta del diario La Nación. 

El humor, ese remedio maldito
Dibujé desde que tengo memoria, como una forma de apropiarme de todo lo que me rodeaba. Esto me encasilla en el grupo squizo-autista que se evade de la realidad sumergiéndose en un mundo de tinta china que uno cree dominar. Nunca estudié dibujo seriamente sino que estuve picoteando de un lado y otro, lo que resulta, en mi propia crítica, como un “vago, inconstante, desubicado y desinformado”.
Alfredo Grondona White

La trayectoria de Alfredo Grondona White (1938) es la de los maestros del humor y la historieta. Junto a nombres como los de Calé, Osvaldo Laino y Roberto Fontanarrosa, comparte Rosario como lugar de origen, para un recorrido con trascendencia mayor.

Sus primeras publicaciones acompañaron las páginas de los diarios Rosario y Democracia, entre 1953 y 1955. Hay un momento inevitable de referir, ya que con sólo 17 años gana el concurso de tapa de la revista Dibujantes, de Laino. En ese momento, el artista precoz asiste simultáneamente a sus estudios secundarios e inicia la carrera de Arquitectura. El servicio militar la interrumpe y luego no quedan ganas de retomar. Aparecen otras ocupaciones, como trabajar en Somisa (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), en San Nicolás. No es la única, suman a la lista Duperial y Petroquímica, y con ellas una mirada perspicaz que seguramente tuvo en aquellas experiencias su caldo de cultivo.

Por eso, el dibujo nunca aflojó. Grondona White envía pruebas al exterior y de revista Mad le dicen: “No puedo creer que una persona con esa mano esté trabajando en una planta siderúrgica. Mande más, mande más”, cuenta el propio dibujante. Pero la plata, explica, no llegaba, se la robaban en el correo o antes de remitirla, si es que no le “afanaban” los dibujos con otra firma. Lo que no impidió que su trabajo conociera las páginas de Esquire, Help, Playboy y Mad.

La oportunidad local le llega de Buenos Aires, cuando –mientras trabaja en Chrysler– lo convoca David Lipszyc para dar clase en la Escuela Panamericana de Arte y enseñar “Dibujo publicitario”. Las revistas, mientras, comienzan a familiarizar el humor de Grondona White con sus lectores: La Hipotenusa, Ariete, Tía Vicenta, entre otras.

El salto cualitativo viene de la mano de Andrés Cascioli, quien le convoca a participar en Satiricón. Con paso por revistas como Chaupinelay El Ratón de Occidente, el momento de relieve aparece con el número 1 de Humor Registrado (junio 1978), cuyo célebre logotipo el dibujante diseña. En plena dictadura militar y mundial de fútbol, Humor es también consecuencia de un recorrido editorial que Ediciones de la Urraca –el sello de Cascioli– sabe cómo aprovechar: entre amenazas, censuras, prohibiciones, la revista tendrá continuidad hasta 1999, cuya última etapa –durante el gobierno de Carlos Menem– supo acumular tantas demandas como las sufridas durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.

En Humor el trabajo de Grondona White adquiere sus momentos mayúsculos, también porque la cofradía entre sus integrantes hizo de la publicación un refugio cultural, humorístico, democrático. Humor fue una experiencia fuera de lo común por el talento compartido entre Grondona White, Ceo, Dolina, Tabaré, Trillo, Altuna, Meiji, Limura, Soriano, Fontanarrosa, Viuti, entre otros. Allí tendrán cabida sus personajes inolvidables, como el Doctor Piccafeces, un abogado sin escrúpulos, acompañado de sus secretarias Molita y Aladelta. "Yo no sirvo a la justicia, la justicia me sirve a mí", dice Piccafeces. Ser abogado, dice G. White, “es la tercera profesión más aborrecida, detrás de los políticos y los sindicalistas”.

Puestos al tema “mujeres”, las secretarias de Piccafeces dan cuenta del canon femenino que transita los cuadritos de G. White. Féminas de ropa pequeña, talles muy ajustados, infartantes por terribles. Ningún chico de entonces habrá dejado pasar las páginas de Humor allí donde las chicas de G. White aparecían. Suspendidas en una gravitación propia, sensuales y muchas veces repulsivas.

En todo caso, el humor de G. White es venenoso, capaz de torcer supuestos, logrando puntos suspensivos incómodos, en donde se inscribe las más de las veces el propio lector. Es decir, no hay otro protagonista en sus cuadros humorísticos e historietas más que la sapiencia cotidiana de los hábitos y costumbres: maneras de vestir, de mirar, de gesticular, de decir. G. White es un dibujante extraordinario porque es un observador extraordinario, capaz de diálogos afilados que dieran letra también a dibujos ajenos, como los de Meiji y Ceo.

Con Humor, hay un mundo Grondona White que se instala definitivamente en el imaginario lector. De una vez y para siempre. Habrá que pensar que es esta impronta, indeleble, la que lleva a los cineastas Mariano Llinás e Ignacio Masllorens a realizar El humor (pequeña enciclopedia ilustrada) (2006), y ubicar al dibujante como eje del relato: ¿dónde está Grondona White?, ¿qué ha sido de él?, mientras recuerdan sus trabajos y persiguen respuestas en otros grandes como Quino, Max Cachimba, Tute, Daniel Paz, Liniers, Maitena, Cascioli, Dobal.

A partir de Humor, el lápiz de G. White tendrá repercusión en otras publicaciones de La Urraca como SuperHumor (con Adolfo Cruz Gamarra Hitler), Sex Humor, El péndulo (con la historieta Rob Scanner) y Humi, la mejor revista que debiera haber tenido cualquier infancia, donde dibujaraLos Bespi, protagonizada por tres hermanitos.

El gran dibujante también ha participado de las páginas de la revista uruguaya ¡Berp!, de la que es uno de los fundadores, además de realizar trabajos para la Editorial Eura, de Italia. En el año 1996 recibió mención en el Concurso de Historieta del diario La Nación, y ha conformado con varios colegas, como Walter Clos (José María Suárez) y Jorge Barale, La Agencia del Humor, un emprendimiento nacido en 2001 con el objetivo de vender contenidos cómicos.

No han faltado libros que compilen su tarea. Entre ellos: Grondona White: 150 páginas de sus mejores historias (Los libros de Humor, 1982, Ediciones de la Urraca), El Dr. Piccafeces: 20 Historias de derecho torcido (Los libros de Humor, 1988, Ediciones de la Urraca), Alfredo Grondona White: En blanco y negro (Biblioteca Grandes Humoristas Argentinos, 1989, Hyspamérica), Alfredo Grondona White (JA ColecciónHumor 1, La Duendes, 2011), La revista Humor y la dictadura (Andrés Cascioli, Colihue, 2013).

Entre sus maestros del dibujo, Alfredo Grondona White ha señalado tanto al Alex Raymond de Flash Gordon como al inglés Ronald Searle, al que tempranamente leía en la revista Punch, en la biblioteca de la Cultural Inglesa de Rosario.

¿Sugerencias para dibujantes? El maestro responde: “Modestia y humildad, amor por el dibujo y disfrutarlo, simplificación a partir del conocimiento de lo complejo, claridad y parquedad en el mensaje y huir del facilismo, el panfleto, el sermón y la prédica.”

Homenajearle en esta edición de Crack Bang Boom es también rendir tributo a una manera personal, autoral, de hacer humor e historieta. Y agradecerle, de paso, por esa huella venenosa que supo cómo socavar y descubrir en cada uno de nosotros.
Escrito por Leandro Arteaga, para el catálogo del Crack Bang Boom 2014

Recuerdos de un humorista precoz

Alfredo Grondona White, fue el dibujante homenajeado en la quinta edición de Crack Bang Boom, nació en Rosario en 1938 y desarrolló su carrera como dibujante en Buenos Aires, donde vive. En una entrevista realizada por Ana Mosconi y publicada por el Museo del Dibujo y la Ilustración recordó sus comienzos en el arte.

"Hay que tener la capacidad de reírse de uno mismo"
Es la una del mediodía. El sol raja la tierra y en la calle Echeverría la gente parece alborotarse . Vislumbro en la cuadra siguiente a Alfredo G. White y a su esposa que me hacen señas. Nos dirigimos hacia un bar muy moderno y bien ambientado que está cerca de su casa. Cristina se despide y entre tostados de jamón y queso, cerveza, picadas y varios cafés trascurre esta amena charla con Alfredo Grondona White.

Alfredo, ¿cuándo fue la última vez que publicó un libro?
Ya hace un tiempo largo. Ya nadie compra un libro, mi mujer se los intercambia a las amigas, después lo afanan, ya se sabe que en argentina no hay derecho de autor, porque una vez que salió al aire es de dominio público, tanto la música como el chiste.

A nosotros nos mataron, en primer lugar, los periodistas radiales que contaban los chistes. Empezó todo con la lectura del diario al aire, en vez de usar material propio. De allí pasaron a la televisión, uno tardaba 15 días o una semana en publicar una revista y los conductores ya estaban contando los chistes por televisión o los mostraban directamente.

Sus viñetas humorísticas se caracterizaron por recrear la evolución de las costumbres de la vida argentina de clase media. Durante el último gobierno militar, aunque aparentemente su trabajo no atentaba contra el orden vigente, ¿sufrió algún tipo de censura?
La censura siempre existe, eso dalo por seguro. Si no le gusta al director de la publicación, no va. Y si no entiende el chiste o le parece arriesgado, no va. Y sino, te levantan en peso “estás loco vos, atacar a esta gente”. En todos los medios es así. Igualmente nosotros escogíamos temas demasiado inteligentes para que los políticos y militares lo entendiesen. Y con los jefes, siempre estaba el espíritu de contradicción, únicamente para mostrar que ellos tenían la última palabra; así que uno terminaba haciendo lo opuesto de lo que pensaba hacer.

Pero los tópicos que Usted elegía no ponían en jaque el status quo, ¿o sí?
Acá la corrupción siempre existió. En la época de Humor, nunca atacaron abiertamente a los militares, tal vez sí contra los civiles como Martínez de Oz. Hasta que no se aplacó un poco la “persecuta”, hasta que no vino Viola, no se hablaba nada. Las tapas provocadoras vinieron después, era como “morderle la cola al león enjaulado”. Uno de los pocos en publicar estas acusaciones era el Gerald y lo hacían con mucho cuidado.

¿Cuándo empezó a trabajar en humor gráfico?
Cuando estaba en la secundaria, yo trabajé en dos diarios de Rosario, Democracia y Rosario. No sé cómo hacía para ir al colegio doble turno, colaborar en los diarios e ir a la Cultural Inglesa. Más que nada, los fines de semana los pasaba adentro del diario. Cuando vino el golpe de “La Libertadora”, como el Rosario, como todos los diarios de esa época, era de Perón lo cerraron.

Entonces allí empieza la carrera de Grondona White.
No, primero era cadete. Yo tenía 15 años. Para el día de la primavera, me dejaron hacer un dibujito en una columna que decía “ Grondonismo, un humorista de 15 años”. Y luego ya hacía un poco de todo, dibujaba para la columna de las mujeres, para la de ciencias ...

Sin embargo, aunque esta veta ya se había manifestado prontamente, empezaste otra carrera universitaria.
Sí, empecé Arquitectura después del secundario, pero luego me tocó hacer el servicio militar y se interrumpió la carrera. A la vuelta, no retomé la facultad, no me gustaba mucho y me fui a trabajar a Somisa (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina) que estaba en San Nicolás. Y los jefes me decían “vos que dibujás tan bien, ¿porqué no mandás algo a las revistas?”.

¿Así fue como expandió sus horizontes laborales en el ámbito del dibujo humorístico?
Yo mandé a varios lugares y empezaron a publicarme afuera (Esquire, Playboy, etc). Inclusive le mandé uno al fundador de Mad que me mandó una carta muy conceptuosa: “ no puedo creer que una persona con esa mano esté trabajando en una planta siderúrgica. Mande más, mande más”. Pero el problema era que la plata no llegaba, se la robaban en el correo. A veces era peor, te robaban el pago antes de enviarlo como en el Esquire donde el jefe de arte se quedaba con los pagos de los colaboradores. Otras veces pasaba q te veían el dibujo, lo copiaban bajo otro nombre y luego te lo enviaban de vuelta diciéndote que no les servia.

Malas experiencias con las revistas extrajeras.
Pero eso se da en todas partes. Aprendí de chico: ser bueno pero desconfiado. Pero de todo se aprende.

En la revista Humor, en tu columna, muchas veces lo cómico giraba en torno a la redacción de la revista. Recuerdo uno de los títulos: “La redacción más visitada del mundo”, otra en alusión al asedio femenino...
Eso lo hacíamos porque éramos un grupo muy unido. Nos reíamos de nosotros mismos. Tabaré decía ” Che Grondo, estoy atascado, ¿qué hago ahora?” y yo le decía a Ibáñez “¿Cómo soluciono este problema?”. Con el tano (Cascioli) íbamos a comer todos los mediodía e intercambiábamos ideas. Era un grupo muy unido.

¿Trabajaban juntos con Blanco en la redacción o cada uno trabaja por separado y luego había una puesta en común?
Yo hacía mis cosas en casa, la página grande, porque no había lugar. Humor empezó en un departamento de Cascioli (Piedras y Venezuela). Un departamento de tres ambientes, un solo baño. Trabajábamos de rodillas casi y había revistas hasta el techo. Al principio se entregaban trabajos; Fontanarrosa entregaba por correo por ejemplo. Después, cuando empezaron a andar bien, compraron un petit hôtel que hicieron remodelar en la calle Salta, pero también quedo chico. Se publicaba Humor, Superhumor, Péndulo, Fierro, un montón de revistas más y no cabía la gente que trabajaba allí. Además, en el sótano estaban los laboratorios donde se hacían las películas para imprimir.

Más tarde se vendió la Escuela Panamericana de Arte y nos mudamos allí.

Por esa época ¿ya estabas radicado en Buenos Aires?
A mí me convenció David Lipsik y empecé a trabajar en su Escuela Panamericana de Arte mientras trabajaba en Chrysler. Yo enseñaba dibujo publicitario. Entonces con mis dos sueldos más lo de Cristina (su esposa), pudimos juntar para comprar nuestro primer departamento sobre la calle Gorostiaga. Y lo compramos justo, porque a las dos semanas quebró el banco Ferroviario donde teníamos guardado nuestro dinero.

¿Nunca volvió a su Rosario natal?
La familia seguía allí pero nosotros ya estábamos en Buenos Aires. Incluso cuando cerró Chrysler, me fui a trabajar a una imprenta en el ´72. Por esa época, yo ya estaba publicando en Mad y otras. Un día, me encuentra Andrés Cascioli por un dibujo que le había hecho yo a Lipsik. Me lo pidió y lo puso en el mono de la revista Satiricón.

¿Cómo surgen las mujeres voluptuosas y la perfección de la anatomía femenina que constituye, sin duda, el sello “Grodona White”?
(risas). Porque me gustan.

También se aprecia un detallismo extremo en la reproducción de vehículos, máquinas, armas.
Cuando era chico, leía principalmente sobre historietas de guerra, tanques, armas, barcos de guerra. Yo nací antes de la Segunda Guerra Mundial y por esa época la propaganda bélica se veía en todas partes. Con mis hermanos leíamos las Punch y otras revistas británicas en la Cultural Inglesa.

¿Qué le gusta del humor inglés?
Que es sutil, no es agresivo. En cambio, el humor latino es sádico .Mientras que el inglés se ríe de sí mismo y es chistoso, el latino se ríe de la desgracia ajena, no se pone en el lugar de la víctima. Acá son exitistas, no se ponen en el lugar del débil. Si está por ganar River, son todos de River; si gana Perón, son todos peronistas. Los españoles, los tanos, los latinoamericanos, todos apuestan al ganador.

¿Su obra se ve influenciada por el humor británico?
A mí el que más me gusta, aunque jamás quise copiarlo, es Ronald Searle. Tiene10 años más que yo y que fue durante la Segunda Guerra prisionero de los japoneses (sus “Apuntes de la guerra“ testimonian esta experiencia desgarradora). Publicaba en Punch. Luego empezó a escribir libros sobre las costumbres inglesas. Me gustaba porque era totalmente irreverente, su obra la ambientó en un colegio pupilo de monjas y las chicas se revelaban. A R. Searle lo llamaban “la pluma con el bisturí en la punta”. Fue testigo de los juicios de Nuremberg ( los dibujaba porque no se podía sacar fotos). También parodiaba libros tradicionales. Otra cosa que me gustaba mucho era como mostraba en Punch el ascenso, apogeo y decadencia de personajes políticos, escritores, periodistas, generales.

También me gusta la literatura de Kipling porque es descriptivo.
(Y la música de los Beatles)
¿La música también inspira su trabajo? Ví algunas viñetas que tenían como leyenda el frangmento de alguna letra musical.
A mí ya me gustaban desde que era chico los Beatles, Elvis Presley, Rock around the clock. El “rock and roll” remite al movimiento del barco, el cabeceo, para buscar el equilibrio.
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Fuentes: museodeldibujo.com, La Duendes, Revista de Humor Patagónica

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