sábado, 22 de septiembre de 2007

Adiós al hombre de los sonidos

En un estudio de radio están los clásicos carteles de En el aire y Silencio. Hay micrófonos y seguro una mesita donde Ernesto Catalán -maestro en efectos especiales- ponía todo lo que necesita para su trabajo: unas copas, una cuchara, un teléfono, un diario, una botella. De allí saldrán pájaros cantores, trenes que se acercan, pasos que se van para siempre, caballos galopando, tormentas furiosas y puertas que se cierran estrepitosamente. Hoy el cartel se enciende pidiendo silencio.
“Falleció ayer, viernes 21, el genial artista Ernesto Catalán, a quien se lo recuerda por ser quien le pusiera sonido a los radioteatros en la época de oro del género. Uno de sus últimos trabajos fue, justamente, “Tal como somos”, un homenaje al radioteatro, junto a Alberto Migré, Laura Bove, Cristina Tejedor, Irma Roy, Nelly Prince, Mabel Loisi, Cristina Alberó, Raúl Filippi, Aldo Kaiser, Mirtha Basso, Facundo Cafferata, Carlos Girini.
Entre los ciclos que él recordaba siempre figura “La revista dislocada”, pero toda la radio fue su pasión. Fue un precursor de los efectos especiales en el país.

Ernesto Catalán - Mago de los efectos sonoros
Fotografía

Ernesto Catalán sigue desarrollando una de las labores más mágicas de la radio. Es sobrino de Nicolás (el pionero, maestro, inventor y creador de este oficio), hijo de Luis Alberto (Cacho) y hermano de José Luis y Juan Carlos Catalán.
Ernesto Catalán es todo un personaje. Dueño de una simpatía arrolladora, debutó con pantalones cortos ayudando a su tío Nicolás en Radio El Mundo, a fines de la década del 40. Con él, aprendió a crear ruidos y sonidos de manera artesanal, para acompañar y crear el marco adecuado en radioteatros y otro tipo de programas.
La mesa en la que trabaja está colmada de utensilios domésticos, elementos de vajilla, destapadores, jeringas, timbres de teléfonos, fósforos, una caja con sal para ejemplificar pasos en la arena con la ayuda de dos cubiletes, puertas, ventanas, talco para simular pasos en una escalera, baldes con agua y sopapas para remedar los sonidos de una pileta de natación o el movimiento de un bote en el mar. Cerca, hay otra caja con pedregullo, dos medios cocos para imitar el galope de los caballos y tiras de papel para simular pasos en la selva. Como si fuera un gran director de orquesta, Catalán elige cuidadosamente cada elemento y, siguiendo el libreto, coloca cada sonido en el momento justo.

-¿Cómo fue el aprendizaje del oficio junto a su tío?
-Se dio de una manera muy natural. Lo vi trabajar con tanta dedicación que pronto comencé a ayudarlo y en poco tiempo, aún con pantalones cortos, me dieron la posibilidad de colocar sonidos a programas propios. Cuando quise acordarme, ya realizaba los efectos especiales para "Los Pérez García". Así conocí a Martín Zabalúa, Sara Prósperi, Julián Bourges, Nina Nino, Jorge Norton y Gustavo Cavero. Fueron pasando los años y sin tiempo para reaccionar trabajaba simultáneamente en seis emisoras: Belgrano, Splendid, El Mundo, Del Pueblo, Excelsior y Argentina. Realizaba verdaderas maratones corriendo de un edificio a otro, porque todos los ciclos se realizaban en vivo. Llegaba, leía los libretos y preparaba los elementos que cada uno requería.

-¿Cuál es la fórmula para hacer bien esta tarea?
-Es esencial el amor por la radio. Pero también exige mucha atención, gran concentración para poner los 20 sentidos en el trabajo, diez ojos y diez oídos, y tener sentido del ritmo. Y saber manejar bien y en el momento adecuado todos estos "cachivaches". En mi casa tengo varios inventos míos, como una máquina de hacer viento y otro aparato que imita la marcha de un pelotón de soldados.

-¿Cómo siguió su aventura radial?
-Por el mejor sendero, que me permitió conocer a figuras consulares: autores, directores y actores. En los radioteatros en los que trabajé, estaban Mecha Ortiz, Hilda Bernard, Oscar Casco, Eduardo Rudy, Celia Juárez, Carmen Valdez, Jorge Salcedo, Susy Kent, Elcira Olivera Garcés, Roberto Escalada, Alfredo Alcón, Carlos Estrada, Irma Roy y Violeta Antier, entre otros. De los autores recuerdo, por supuesto, a Migré, Nené Cascallar, Miguel Coronato Paz, Abel Santa Cruz, Eifel Celesia, Celia Alcántara, Delia González Márquez (que, con Roberto Escalada y Olga Vilmar, hizo en radio la primera versión de "Un mundo de veinte asientos") y Alfredo Lima, un notable adaptador de clásicos cinematográficos. Entre los locutores, estaban Julio César Barton, Rafael Díaz Gallardo, Iván Casadó, Ignacio de Soroa, Augusto Bonardo, el "Negro" Brizuela Méndez; todas grandes personalidades. Quisiera destacar especialmente a dos mujeres extraordinarias, de las que aprendí mucho: Niní Marshall, que realizaba su labor junto a Juan Carlos Thorry, y Blackie, un ser humano de una energía fuera de serie y un carácter formidable. También pude estar junto a Ubaldo Martínez y a ese gran actor que fue Mario Fortuna, protagonista de un ciclo muy escuchado, "El Ñato Desiderio". Inolvidable fue mi experiencia en "Qué pareja", el ciclo de Blanquita Santos y Héctor Maselli. En Radio Splendid, estuve junto a Délfor y todo ese fabuloso elenco de "La revista dislocada". También participé en el prestigioso ciclo "Las dos carátulas", cuando Radio Nacional funcionaba en Ayacucho y Las Heras. Intervine en "El relámpago", cuya cortina la hacía con una lata y un bombo. Acompañé a Luis Sandrini en su entrañable "Felipe". Con Pepe Iglesias, "El Zorro", trabajé en distintas emisoras. Uno de los más gratos recuerdos es haber puesto los efectos para "Tarzán", el programa con César Llanos, Oscar Rovito y Mabel Landó. Los rugidos del elefante Tantor los lograba con una sopapa grande, y el de los leones, con una lámpara que había diseñado especialmente. Y para "Peter Fox lo sabía", un ciclo de suspenso, usé un cerrojo muy viejo para el chirrido de goznes. El sonido de una puerta de madera lo ejecutaba con un pedazo de vidrio frotado en una caja con resina. Los tiros, al principio, se hacían dejando caer la tapa de un piano o una madera en el piso. Ahora, utilizo pistolas alemanas y una 22 con balas de fogueo. En materia de directores, esta profesión me dio la posibilidad de conocer a dos grandes maestros: Armando Discépolo y José Tresenza.

-¿Cómo se trabajaba entonces?
-De una manera muy rigurosa. Los hombres, siempre de traje y corbata. A nosotros, por el gran despliegue de los brazos, nos permitían sacarnos el saco. Cuando había público, los hombres se presentaban de smoking y las mujeres, de soirée largo. Era una verdadera fiesta. Pero la responsabilidad de los directores de las emisoras imponía para los radioteatros como el de jabón Lux, que iba al aire los sábados por la noche, dos ensayos. Había una primera lectura, distendida, a las 14, y otra, frente al micrófono, a eso de las 20. Y luego, un descanso de 20 minutos hasta el momento de la transmisión. Nunca olvidaré que en una oportunidad Mecha Ortiz, que era bastante distraída, tras el ensayo final se retiró de Radio El Mundo, en Maipú 555. Cuando cruzaba la esquina de Lavalle y Maipú, un actor que llegaba a la radio le hizo notar que se había equivocado y regresó para la puesta en el aire. No sé qué hubiera pasado, ya que ella era la protagonista.

-¿Alguna vez se equivocó?
-Una vez, el guión del radioteatro indicaba "ruido de palmas". Cuando llegó el momento, lo que hice fue golpear las manos como en un aplauso; cuando observé que se trataba de una escena romántica comprendí que el autor tenía que haber escrito "ruido de palmeras". Hubo varios tentados por la risa, pero la escena continuó.

-¿Cómo ve la radio hoy?
-Muy diferente de la de aquellos años y recargada en lo periodístico, como que transita esa sola cuerda, con excepción de los espacios dedicados al deporte. Por momentos, parece como una cadena nacional que, si bien refleja la realidad, resulta muy abrumadora. Por suerte, el humor aparece aquí y allá.

Reportaje: Grupo Mhz.

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