viernes, 16 de octubre de 2009

Murió el locutor y periodista Ariel Delgado, nuestra voz en Radio Colonia

Fue una de las voces más reconocidas de los informativos radiales y también dejó su impronta periodística en la TV. "Hay más informaciones para este boletín", fue la inolvidable frase que plasmó en los panoramas matutinos.
Flaco, alto, con mirada profunda y una ironía pícara solía pasear por los pasillos de las radios. Bromeaba y se divertía con los compañeros, pero al salir al aire se convertía en el informativista serio y concentrado que saltaba desde las noticias políticas más candentes hasta los policiales barriales sangrientos. Ariel Delgado fue la voz de la radio durante mucho tiempo. Este periodista y locutor, de larga y reconocida trayectoria, murió hoy.
Radio Colonia, emisora a la que tuvo que recurrir en 1958 cuando en el país se hacía fuerte la dictadura, lo lanzó a la fama. Los argentinos lo sintonizaban en el dial para poder enterarse de las noticias que aquí no se difundían. Allí hizo célebre su frase: "Hay más informaciones para este boletín", marcando con fuerza la "r" de informaciones y la "n" de boletín, en ese particular timbre de voz.
Delgado comenzó su trayectoria en noviembre de 1955 en Radio del Estado, emisora que actualmente es Radio Nacional. Allí fue redactor de los informativos tanto nacional como internacional. Luego siguió su carrera por LS10 Radio Libertad, hoy Del Plata, y más tarde pasó a Uruguay.
Después de un breve regreso a la Argentina, se reincorpora a Colonia. Desde su puesto de redactor, locutor y director de la emisora difundió informaciones sobre la represión ejercida durante la dictadura militar, una decisión por la que fue amenazado y obligado a exiliarse en Italia.

Relata Delgado: “Voy a contar la experiencia que tuve a partir del 24 de marzo de 1976 con el golpe de Videla, Massera y los otros. En esa época yo era director de radio Colonia y, además, tenía a cargo los principales informativos. Los tres panoramas informativos de la radio. El dueño de la radio en aquella época era Héctor Ricardo García, el mismo del diario Crónica. El 23 de marzo al medio día, 12 ó 13 horas antes de que se produjera el golpe, lo fueron a ver a García al diario Crónica, en Azopardo y Garay, dos militares, dos marinos. El capitán Carlos Carpintero, que estaba a cargo de lo que sería hoy la Secretaría de Medios de la Presidencia, y el capitán Carlos Alberto Busser. Hablaron con García, le dijeron que el golpe ya era inminente. Le dijeron que el golpe era cuestión de horas y que todas las radios argentinas iban a entrar en cadena, como era costumbre en aquellos años, y que la única radio que quedaba fuera del control de los militares era radio Colonia por lo cual le pedían colaboración. García me avisó. De cualquier modo ya todos lo sabíamos. Las radios argentinas entraronen cadena a las 3:21 a.m. del 24 de marzo de 1976. Ese mismo día, en el panorama de las 7 de la mañana, leí una noticia de la agencia norteamericana The Associated Press, la más grande del mundo, lo cual era absolutamente legal. La noticia decíaque Isabel Perón resistía ante el golpe -vale aclarar que era una resistencia verbal- y que un militar la zamarreó y se la llevaron. A los militares argentinos no les gustó que yo leyera esa noticia y para manifestar su disgusto, pues simplemente, secuestraron a García. Lo encapucharon y lo subieron a empujones al buque “33 Orientales” que estaba amarrado en el puerto. Ahí estaban también, Diego Ibáñez, Jorge Triaca, Carlos Menem y Lorenzo Miguel, entre otros. A García lo tuvieron 11 días encerrado en un camarote del barco, lo soltaron después y le explicaron que había que tener mucho cuidado”. Así operó el Proceso.
En 1982 se radica un tiempo en Managua. Se convierte en asesor y comentarista de la onda internacional de la radio La Voz de Nicaragua. El calor sofocante no se llevaba bien con su afectado corazón y vuelve al país.
De regreso se incorporó a LR2 Radio Argentina, desde donde fue despedido meses después. La misma decisión sufrió en durante los años siguientes en LR3 Radio Belgrano, LR9 Radio América y LR4 Radio Splendid.
En 1993 asumió como secretario de redacción del diario Crónica, pero dos años después pasó al servicio de noticias del canal de televisión como locutor, que hoy lo homenajeó con una placa negra.
En 2007 Delgado fue reconocido con el premio "Locos de la azotea" que otorga la escuela Radio TEA, aunque no asistió a la ceremonia por problemas de salud.
Delgado fue una de las pocas voces de radio que se alzaron contra la dictadura, que decía lo que otros callaban. Eso fue premiado por una audiencia fiel que lo acompañó siempre, estuviera en una u otro orilla del Río de la Plata.

“Fuimos los únicos que informamos de la desaparición de Rodolfo Walsh”
Por: Tato Dondero
Ariel Delgado fue durante años, “la voz de las noticias”. Una definición que implicaba el halago de ser el informativista más escuchado de su país. Su estilo singular creó una línea que hoy siguen sus sucesores en la emisora que lo lanzó a la fama: Radio Colonia. Lo que sigue no sólo es la síntesis de su trayectoria sino, también un testimonio de la historia de los argentinos.

¿En qué época empezó en Radio Colonia?
En mayo del 58. Venía de Radio del Estado, la que ahora se llama Radio Nacional, donde trabajaba desde noviembre del 55. Cuando entré en Colonia me fui a Uruguay; en planilla empecé a figurar el lº de julio de 1958.

¿Cómo era la radio en aquella época?
Era muy pobre. Se trabajaba en forma muy pintoresca. El locutor era también operador, y tentamos una máquina de escribir al costado de los platos. Entonces redactábamos ahí los informativos mientras pasábamos el disco. Era una explotación espantosa; o sea, éramos locutor, operador e informativista, que es como llaman los uruguayos a los periodistas de noticiero. Hacíamos todo, la radio era muy chica: tres habitaciones y trabajábamos muy pocos. En el informativo, por ejemplo, éramos cuatro.

¿Con qué fuentes informativas contaban?
Nos basábamos en los diarios de Buenos Aires y Montevideo, afánabamos todo lo que podíamos a las otras radios y teníamos el servicio de una agencia muy pintoresca que se llamaba Saporiti, que la dirigía un viejo periodista, Leandro Saporiti, que de última sacaba la información del diario La Prensa. Se tomaba todo a mano, los teléfonos eran a magneto, y escribíamos carillas y carillas. Era una cosa muy parecida a una joda.

¿Qué etapas vivió la radio?
La radio fue así hasta el 62-63. En ese entonces yo me vine a Buenos Aires y entré en Crónica, que funcionaba en Riobamba entre Sarmiento y Cangallo, donde ahora es el estudio Estrellas. Y hacía informativos de Crónica que salían en Radio Libertad. En eso estuve dos años, mientras tanto, el dueño de Crónica, Héctor Ricardo García, a través de mí y de otra gente, tomó contacto con los dueños de Colonia y finalmente la compró.

¿Y volvió allí?
Cuando García compró Colonia, yo quedé como director – te hablo de fines del 65 – y estuve hasta el 80. Oscar García era el propietario y yo la cara visible, el director, el que recibía las cachetadas.

Las dictaduras ¿Qué cambió a partir de ahí?
Poco a poco se fue dedicando más a temas e información políticos; a la cosa que ocurría en aquellos tiempos: azules y colorados, el derrocamiento de los presidentes constitucionales. Ese infierno de cosas. Y fuimos subiendo la audiencia, no por mérito de uno sino porque informaba, cada vez que en la Argentina había lío las radios ponían la marchita militar y bueno, había que escuchar Colonia para saber qué pasaba. Comunicado número 1, 2, 3 hasta el 150, que de vez en cuando los escribía Grondona y nosotros simplemente leíamos los cables de agencia, leíamos lo que escuchábamos en otras radios, o era publicado en los diarios uruguayos y algunos argentinos, y eso parecía sensacional.

¿Ése era el lugar que iba a ocupar la radio?
Éramos el tuerto en el país de los ciegos, nadie informaba nada de nada. Parece que Colonia estaba destinada a hacer lo que acá no se podía hacer. Me acuerdo que cuando era chico, a mediados de los cuarenta, se había prohibido en la Argentina la película “El gran dictador”, donde Charles Chaplin ridiculiza a Hitler y a Mussolini, y desde Quilmes salía los fines de semana para Colonia una lanchita para llevar gente al cine Estela, de Colonia, para verla; la radio fue también eso, acá los militares se pasaron de ridículos siempre.

¿En toda esta época, los estudios estuvieron allá?
Siempre estuvo allá la radio físicamente. En Buenos Aires tuvo un pequeño estudio auxiliar. Incluso cuando se hizo cargo García transmitíamos todo desde Colonia; después yo, hasta por una comodidad personal, hice instalar un estudio en las oficinas de Crónica, en Ríobamba 280 primero, y cuando Crónica se mudó a Azopardo y Garay, a allí. Iba toda la transmisión desde Uruguay menos mis informativos, los de 13 a 14 y el de 22 a 23 horas.

¿Cuándo empezaron a tener inconvenientes con la información que daban?
No tuvimos problemas hasta el gobierno-desgobierno de Isabel-López Rega. No simpatizábamos con el comisario López Rega, ni él con nosotros. Hubo que levantar campamento y no se volvió a transmitir desde acá mientras estuve yo.

¿Y en Uruguay también tuvieron problemas?
Radio Colonia nunca tuvo problemas con el gobierno uruguayo; la libertad de prensa en Uruguay era total y absoluta, podías decir cualquier cosa, nadie preguntaba nada. Hasta que vino la dictadura uruguaya, recién entonces hubo problemas con la información, no se podía decir Tupamaros, como después pasó acá. Era una limitación grande, pero como nosotros estábamos orientados al público argentino, mucho no nos perjudicaba.

¿Cómo se manifestaron en esos tiempos las distintas formas de censura?
Con Isabel-López Rega inventaron dos formas de molestarnos. Una: “legal” (legal las pelotas), nosotros pasábamos declaraciones de la oposición o una acción de la guerrilla y de acá se quejaban a Montevideo y allá nos clausuraban.
Sufrimos tres clausuras, clausuras de 10 días, lo que es mortal. Por otro lado sacaron un decreto a los avisadores argentinos prohibiendo publicitar en radios extranjeras. El destinatario directo era Colonia. Lo que nos causó muchos prejuicios porque el 85 por ciento de los avisadores eran argentinos.
Como si todo esto fuera poco, como dicen los vendedores de los colectivos, la planta transmisora de Radio Nacional, en Pacheco, tiene una frecuencia muy poderosa, que se llama frecuencia para navegación, que se utiliza para comunicarse con los barcos argentinos.
Esa tremenda potencia la ponían en el 550 de Radio Colonia con un zumbido que se llama portador. No escuchábamos la radio, ni dentro de la emisora. Estas fueron las distintas dificultades que fuimos sorteando. Fuimos sobreviviendo con interferencias, molestias y clausuras, pero sin amenazas hasta el 24 de marzo del 76.

¿Qué cambió entonces?
Al día siguiente del golpe militar leí un cable de la agencia Reuter. Decía que Isabel había intentado resistirse cuando le desviaban el helicóptero y no les gustó la noticia a estos señores. Respondieron a su estilo; lo secuestraron a García, lo tuvieron como una semana desaparecido, detenido en un barco fondeado en el puerto. Ese fue nuestro debut durante la dictadura. A partir de entonces sí hubo amenazas, emisarios, individuos que mandaba el almirante Massera a Colonia, a los que recibía yo. Eso junto a las amenazas del régimen uruguayo, que era totalmente solidario con los militares argentinos. No había forma de protestar, de demostrar que éramos una pequeña radio de pueblo atacada por un gobierno blindado.

¿Y la censura argentina?
Un día me llamó Kaminsky para decirme que había convenido con la dictadura no dar información de la llegada de la Comisión de la OEA de Derechos Humanos (CIDH) y sus actividades-Entonces yo dije: “Bueno, vos sos el dueño, pero yo no leo más los informativos”. Metí violín en bolsa y meses después, en julio o agosto del 80, convinimos que en vez de los informativos pasaba a tener una columna diaria a las 9.15 de la mañana. De dos horas de informativo pasé a tener 5 minutos. Pero seguí con el tema obsesivo de ese momento, que era el de los derechos humanos. Cuando le dieron el Premio Nobel de la Paz a Pérez Esquivel hice un comentario. Dos días después opiné a favor de Jacobo Timerman, a quien le habían quitado la ciudadanía después de meterlo preso y torturarlo. Y eso colmó la paciencia de los milicos, que nunca tienen mucha. Irrumpieron en las oficinas de Microfón dos sujetos del Estado Mayor con los que Kaminsky mantenía diálogo; se hacían llamar coronel Ortega y teniente coronel Calatayud y le dijeron: “Si ese hijo de puta lee una noticia más, usted muere”. Así terminó mi campaña en Radio Colonia, porque no quería hacer de figura decorativa, de director administrativo de una radio del pueblo. Porque la radio era buena como informativo, pero en sí era muy chiquita. Yo vivía en Buenos Aires. Cuando empezaron a aparecer autos raros, Ford Falcon, mi familia fue al Uruguay, y no pudiendo trabajar ni aquí ni állá, nos fuimos a Roma.

Síntesis ¿Qué síntesis le queda de su experiencia en Colonia?
A mí me gustó muchísimo. Me sirvió de mucho. Viví en el lugar que me gustaba, con el trabajo que me gustaba, creo que dentro de los límites de uno, se cumplió con lo que se podía esperar de la radio en los momentos tan particulares que nos tocó vivir. Trabajé en muchas radios y Colonia es la que más recuerdo. En su momento la radio cumplió con el papel de mantener una lucecita. Recuerdo que fuimos los únicos que informamos la desaparición de Rodolfo Walsh. Es difícil ser periodista en este país si te la tomás en serio.

Fuentes: Diario Clarín y “Homenaje a la Radio”, Suplemento especial de “La Maga”, Buenos Aires, Argentina, setiembre de 1993

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